Si tienes un colegio, sin duda habrá pasado por tu cabeza la pregunta “¿Cómo puedo hacer que mi centro sea más inclusivo?”. Esta es una de las preocupaciones más recurrentes entre los directores, pues es un factor cada vez más determinante para los padres a la hora de elegir la educación de sus hijos.
La diversidad y la inclusión no son más que una manera de garantizar que cualquier espacio es seguro y acogedor para cualquiera, una cualidad de la que todos nos gustaría gozar en una época tan crítica como la de las interacciones sociales de la infancia.
Ya te hemos explicado en qué consiste un patio inclusivo, pero lo cierto es que estos valores no se pueden quedar solo en el patio o fuera de las aulas. Para que un colegio sea verdaderamente inclusivo, se deben aplicar sus principios en todo momento, tanto por los docentes como por los estudiantes.
Es ahí donde radica la dificultad de lograr que un centro cumpla con estas características, dado que a veces no todos quieren cooperar para construir espacios seguros. Sin embargo, existen ciertas recomendaciones que se pueden seguir para avanzar en la dirección correcta.
Asigna un responsable
No todas las personas parten del mismo punto en lo que a inclusión se refiere. Por ello es una buena idea contar con alguien que tenga los deberes hechos y con el que todos se sientan cómodos para asegurarse de que las premisas básicas de la tolerancia y el respeto se conocen por parte de todos.
La voz de los estudiantes
Para que haya diversidad efectiva, es necesario que todos los alumnos se sientan escuchados. Cada uno de ellos debe ser capaz de expresar sus inquietudes y problemas sin sentirse juzgado y que los espacios sean seguros. A menudo, la presencia de un adulto solo es necesaria para guiar el debate y proponer preguntas, pero con la mayor parte de la conversación recayendo en los niños.
Permitir la autocrítica
Las sesiones de introspección pueden ser necesarias para alcanzar los objetivos. Estas pueden arrancar abriendo un debate y alentando a que cada estudiante de su propia perspectiva, sin sentirse juzgado o acusado. Una forma de hacerlo anónimo y permitir más libertad es hacerlo a través de escritura y debatir las respuestas. El objetivo aquí no es que deban decirle a los demás cómo deben cambiar, sino dar pie a que cada quien observe sus comportamientos.
Debatir prejuicios
Los prejuicios son inevitables, sin importar de donde se provenga, de la edad o el género. Normalizar el debate en torno a nuestros prejuicios y nuestras maneras de pensar habituales aumenta nuestra percepción de ellos y reduce la defensividad, el primer paso para poder enfrentarse a las discusiones más difíciles.
Involucra a las familias
No se trata de llamar a los padres únicamente cuando ocurra un problema, sino que son los que mejor conocen a sus hijos y tienen una perspectiva muy valiosa sobre sus necesidades, habilidades y fortalezas. Es importante que, si se organizan jornadas de inclusividad, participen en ellas junto con los estudiantes, porque luego se podrá trabajar la temática en casa.
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